miércoles, 1 de septiembre de 2010

“El mito del amor y la crisis de pareja”


 “El mito del amor y la crisis de pareja”
Rafael Montesinos
Rafael Montesinos es sociólogo, Maestro en Economía y Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias Antropológicas. Aunque, él mismo se define como analista político y, como tal escribió Un modelo para analizar la transición mexicana (2001) ó El discurso político de las organizaciones empresariales. La transición mexicana desde la teoría de los sistemas (2007), el cambio cultural en los roles de género se ha convertido en un tema que –nos dice- lo ha motivado, como hombre, a analizar la emergencia de nuevas masculinidades[1]. Sobre ésta, ha escrito: Las rutas de la masculinidad. Ensayos sobre el cambio cultural y el mundo contemporáneo (2002); Masculinidades emergentes (2005), Perfiles de la masculinidad (2007), El mito del amor y la crisis de la pareja (2010)  y, con el teórico francés Pierre Bourdieu, La Masculinidad (1998).


En la introducción a su libro El mito del amor y la crisis de la pareja, el autor se pregunta ¿por qué hablar del amor; un tema tan recurrido, tan común; un “símbolo esencial de la vida” pero a la vez efímero, que “cumple un ciclo y, por lo tanto, no es eterno”? (p. 8).  Para él, la importancia de reflexionar sobre este sentimiento nos coloca en posibilidades de comprender por qué en la actualidad hay tantos desencuentros entre hombres y mujeres (p. 8). La crisis en la pareja pone en una situación de vulnerabilidad la autoestima de cada una de las partes. Por lo tanto, considera importante diferenciar entre el amor como una idealización y como una realidad de la vida cotidiana. El objetivo entonces será “hacer un recuento de los aspectos más importantes para la reproducción del amor y las causas de su agotamiento” (p.9) apoyándose en algunos testimonios de hombres y mujeres de la vida cotidiana y en el contexto del cambio cultural: de la Tradición a la Modernidad.
El libro está compuesto de 3 apartados y, como todo texto que toca temas tan polémicos e inacabables, un “intento de conclusión” (así lo titula). En el primero “El amor erótico”, encontramos, un primer paso al análisis del amor en la pareja, una  distinción entre éste y el amor fraternal; comprender que -y recuerda a Foucault- toda relación social es una relación de poder y que al estar determinada por éste, “todas las relaciones sociales son potencialmente conflictivas” (p. 15). Aquí cabe subrayar que, como nos recuerda el autor, el orden patriarcal determinó que el hombre sería depositario del poder y así, “la aceptación por parte de la mujer respecto de su subordinación (…) resolvía la condición conflictiva que toda relación lleva en sí misma” (p. 20) Esta perspectiva tradicional se ha ido lentamente remplazando -y sólo en algunos estratos de nuestra sociedad- gracias al cambio  cultural promovido por el movimiento feminista (tema al que volveremos más adelante) Así, este primer apartado “El amor erótico” toca los temas de “Amor y poder”, “El erotismo” y “Sexualidad vs. Amor”.
En el sistema capitalista el dinero es, sin duda, un elemento de poder (aunque no el único) y, por tanto, un elemento de conflicto. El segundo apartado “Amor, poder y dinero”, está divido en tres temas en el que el conflicto es constante: “La sociedad moderna y el dinero”, “Algunas tipologías de la pareja” y “Dinero y conflictos en la pareja”. Este es, desde mi perspectiva, un capítulo fundamental para comprender la construcción social de los roles de género determinados por el sistema patriarcal, el sistema capitalista y que, como todo sistema, tiene fronteras – aunque cambia; tiene reglas – aunque evolucionen; tiene mecanismos para recuperar el equilibrio y grandes desviaciones; no son estáticos, tienen contradicciones; tiene un principio, y por tanto, un fin (Wallerstein, 2003; 14).
Volviendo al apartado “Amor, poder y dinero”, para el autor las crisis económicas del siglo XX motivaron la incursión de la mujer al mercado de trabajo remunerado y, nos dice “el nuevo papel económico de la mujer fue el motor del cambio cultural (…) y representó un papel más importante que el impacto producido por el movimiento feminista” (p. 50) desde mi perspectiva: tema debatible.
El tercer y último apartado “La crisis de la pareja” está dividido en 5 partes o etapas progresivas de las relaciones amorosas y que -nos dice- pueden asemejarse al ciclo de la vida: nace, crece, se reproduce y, aunque no necesariamente, puede morir (p. 70). Este, es un capítulo que se podría considerar transgresor y hasta radical (para la familia nuclear), los temas a tratar son: 1 “Familia. Principio y fin de la historia “(amorosa), 2 “La familia: retroalimentación y desequilibrio”, 3 “Los principales ciclos de la familia”, 4 “La infidelidad” y 5 “La ruptura”. Éste, aunque puede ser un ciclo, caminito un tanto pesimista, también abre la posibilidad de un nuevo debate sobre cómo podrían ser las nuevas maneras de relacionase dos personas que decidan unirse para formar una otra familia.
Al finalizar la lectura, es inevitable hacerse un sin número de preguntas:
¿Las parejas están en crisis o simplemente se está transformando la manera de relacionarse entre hombres y mujeres?, que las mujeres hoy tengamos derechos que nos fueron negados durante siglos, ¿pone en crisis a la institución familiar?, ¿El cambio cultural que encontramos en diferentes momentos del texto, lo estamos experimentando todos los hombres y todas las mujeres en México y con la misma intensidad?, ¿Son en verdad las crisis económicas del siglo XX las que han abrieron los espacios a mujeres que antes eran exclusivos a los hombres?
Para el autor, citando a Foucault, las relaciones sociales son relaciones de poder, y por tanto potencialmente conflictivas. El orden establecido por el sistema patriarcal en el que la mujer acepta su subordinación al poder exclusivo del hombre, conducía a relaciones armoniosas; el cambio cultural, es decir, el acceso de las mujeres a cotos de poder rompe con esa armonía y por tanto, las parejas entran en crisis.  Pero habría que mencionar que este tipo de parejas, de matrimonios, es como afirmaba desde 1884 Federico Engels en el “Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” un invento muy reciente del sistema capitalista. Immanuel Wallerstein en su libro “Utopística” afirma que, hasta el siglo XIX, las mujeres habían trabajado siempre, aún cuando la mayoría de los hogares fueran patriarcales; y que fue durante la Revolución francesa, cuando la clase trabajadora presionaba “para ser incluida en los ámbitos político, económico y social” (Wallerstein, 2003; 25), que el concepto de ama de casa permitió al sistema, conceder derechos ciudadanos a los hombres y excluir a las mujeres, recluyéndolas al ámbito privado. Me pregunto entonces, si la discriminación económica por cuestiones sexistas es tan relativamente nuevo y su consecuencia se puede traducir en la crisis de la pareja actual, al eliminar esta desigualdad y el malestar que produce ¿no podríamos visualizar nuevas relaciones sociales más igualitarias, más libres? Por otro lado, las mujeres con acceso a cotos de poder sigue siendo una minoría; en México, y así lo confirma la ex diputada federal, Martha Tagle, la Cámara de Diputados está compuesta por un 77% de hombres y sólo un 23% de mujeres[2] aún cuando lo estatutos de los partidos, aunque difieren entre ellos, estipulan una participación mínima del 30%. La misma ex diputada hace hincapié en que, en nuestro país, por el mismo puesto de trabajo, las mujeres ganan de un 25 a un 30% menos que los hombres.
Las mujeres llevamos más de doscientos años defendiendo nuestro derecho a ser incluidas en lo universal ya que el patriarcado, aún en la modernidad, “el ser humano se dijo hombre y lo universal se identificó con lo masculino” (Gargallo, 2004; 5)
 Aquí, es preciso mencionar que la dominación masculina no se da sólo por la variable económica; las diferencias entre hombres y mujeres tienen bases físicas –sexual-, psicológicas, sociales y culturales –de género. Así lo confirma Jan Morris, un hombre que se sometió a cirugía para convertirse en mujer: "no hay ningún aspecto de la existencia que no esté determinado por el género. Sin embargo, ella no se dio cuenta de esto hasta que no cambió de sexo (Giddens, 2000; 133).
¿Qué permanece y qué cambia?
El discurso feminista es incómodo, es impertinente porque trastoca el sistema establecido; identificarse públicamente como feminista, aún en ámbitos académicos genera rechazo[3], resistencia; es considerado un discurso radical porque se le relaciona únicamente con abortistas y lesbianas, prejuicios católicos muy arraigados en nuestra sociedad (Lamas, 2006; 46). Cuando el Dr. Montesinos afirma que es la variable económica y no la lucha feminista la que nos ha abierto espacios, cabe insistir en que, las mujeres, por necesidad económica han trabajado siempre; la pobreza la ha sacado a la calle aún sin derechos económicos reconocidos: en el campo, el comercio informal, en trabajo doméstico, lavando ajeno, prostituyéndose, etc. Sin embargo, el trabajo como medio de realización personal y el reconocimiento de los derechos económicos, políticos y sociales ha sido una constante en lucha del feminismo liberal; el derecho a voto es uno de ellos.  Por cierto, el enemigo del feminismo no es el hombre; es el sistema capitalista que excluye a muchos y beneficia a unos pocos. El feminismo busca una nueva manera de relacionarnos socialmente en condiciones de mayor igualdad, rechaza la discriminación sexista.
Sin duda, El mito del amor y la crisis de pareja del Dr. Montesinos es un libro en el que es imposible mantenerse pasiva; es una invitación al diálogo entre las dos partes de su objeto de estudio: el hombre y la mujer unidos, a través del amor, en una pareja en un contexto de crisis; pero es también una incitación al debate entre quienes, por un lado, se sienten en la necesidad de asumir nuevos roles, es decir, la emergencia de nuevas masculinidades para mantener en armonía una relación social (matrimonio) que, por el cambio cultural se ha tornado en conflictiva y, por el otro, entre quienes han luchado durante siglos porque, a través de ese  cambio cultural le sean reconocidos derechos económicos, políticos y sociales. Parece entonces que dentro del matrimonio de hoy existen 2 matrimonios contrapuestos: uno, el del hombre y otro, el de la mujer. El del hombre está en crisis porque el de la mujer ha dejado de ser su único espacio de realización (Ritzer, 2002; 400).
Es este un debate con perspectiva de género, un debate entre los géneros. Debate que, por cierto, alcanza distintos matices y variaciones en “función de la posición social de las mujeres dentro del capitalismo y el patriarcado” (Ritzer, 2002; 391). En este sentido, es necesario reconocer que, el llamado cambio cultural, como la modernidad, no se vive igual entre familias pescadoras de Boca del Río, indígenas de la sierra de Zongolica, comerciantes de zonas urbanas de Orizaba o en el área académica de la Ciudad de México. La Dra. Patricia Ponce (que por cierto, nos acompañó dos semanas semanas en este mismo espacio) narra en su libro Sexualidades Costeñas (2006) que en Boca del Río, la mayoría de las mujeres de bajos estratos económicos y sociales trabaja únicamente por necesidad y que ellas preferirían seguir siendo pobres a ser llamadas malas madres (Ponce, 2006; 369-370) . Por lo tanto, sería preciso definir qué características tiene la pareja que está en crisis y qué tipo de crisis: ¿la de la gran ciudad, clase media, con estudios universitarios? La Dra. Ponce, al igual que el Dr. Montesinos pero desde distintos lugares de la discusión, afirma que hombres y mujeres estamos educados para el desencuentro.
En nuestro país, existen algunos estratos que aceptan el cambio cultural, o lo que Ritzer llama feminismo cultural (Ritzer, 2002; 393) (yo hombre, reconozco tu diferencia y la valoro) pero hay otros en los que, además, es necesario ir más allá del propio reconocimiento de la diferencia; también hay situaciones en los que la desigualdad daña y es necesario que el discurso feminista siga insistiendo. Giddens afirma:
En la sociedad actual los hombres siguen dominando en la mayoría de las esferas y, en general, se muestran más violentos hacia las mujeres que éstas hacia ellos. Lo sustancial de esta violencia es que está dirigida a mantener el control y la subordinación de la mujer. (Giddens, 2000; 148)
Para finalizar y aprovechando este espacio… El Estado mexicano, como sabemos, está preparando las fiestas que conmemoran el bicentenario de la independencia y centenario de la revolución. Entre otras actividades, está repartiendo 27 millones de copias del libro Viaje por la historia de México; está dividido en 30 periodos de la historia, desde las culturas prehispánicas hasta finales del siglo XX; narra la historia que, en palabras de Fernando González –hijo del autor, Luis González y González- “incluye, sin una visión nacionalista y de manera plural a todos los protagonistas de la historia, mostrando que no hay una sola manera de mirar el pasado”.  Es, entonces, una historia que abarca más de 500 años y, en 500 años, para el Estado mexicano, sólo vale la pena mencionar a 2 mujeres: Sor Juana y Josefa Ortiz de Domínguez. ¿Desde 1829 no ha habido una sola mujer que merezca ser mencionada? Está Diego Rivera y no Frida Kahlo; Octavio Paz pero no Elena Garro; Carlos Fuentes y no Elena Poniatowska. ¿Qué tiene que hacer una mujer mexicana para ser reconocida?
Sin conclusión


BIBLIOGRAFÍA
GARGALLO, Francesca (2004) Ideas feministas latinoamericanas. Ediciones fem-e-libros. Revista electrónica. Disponible en: http://bit.ly/b6M5fu
GIDDENS, Anthony (2000). Sociología. Alianza editorial, Madrid.
LAMAS, Martha (2006). Feminismo. Transmisiones y retransmisiones. Taurus, México.
MONTESINOS, Rafael (2010). El mito del amor y la crisis de pareja. Ed. UAM, México.
PONCE, Patricia (2006). Sexualidades Costeñas. Un pueblo veracruzano entre el río y la mar. CIESAS, México.
RITZER, George (2003). Teoría Sociológica Moderna. Mc Graw Hill, Madrid.
WALLERSTEIN, Immanuel (2003). Utopística. O las opciones históricas del siglo XXI. Siglo XXI editores, México.


[1] Esto lo comentó durante su ponencia del 9 de julio del 2010 sobre “Las nuevas rutas de la masculinidad” en el Seminario Internacional Orizaba III.
[2] Tagle, Martha (2010) Dimensiones Contemporáneas de los Retos de la Desigualdad de Género en México. Seminario Actores, Género, Movimiento y Cambio Social (III, 2010, Orizaba, Ver.)
[3] La Dra. Alba González Reyes, relata cómo sus compañeros y compañeras de Doctorado se sentían incómodos con ella al afirmarse feminista y manifestó el título de su investigación: Concupiscencia de los ojos. El desnudo femenino en México 1897-1927 (2009).  Compañeros le enviaban, vía mail, fotografías pornográficas “para su investigación”; en una ocasión, estando todo el grupo reunido, le hicieron llegar un pene de juguete y se burlaron de ella.

miércoles, 17 de marzo de 2010

CuAndO uNa MuJeR AvAnZa...



Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede

(Caracol de Oventick)

A partir del siglo XIX se utilizó la imagen de la Malinche para explicar nuestro origen mestizo y el papel que ocuparía la mujer en la nueva nación. Acusada de traicionar a su pueblo y de entregar su cuerpo al enemigo, su doble “raja” –cuerpo y palabra– es entendida y explicada como consecuencia de una doble pertenencia a lo subalterno: indígena y mujer.

En el ensayo Rajadas y Alzadas, Belausteguigoitia cuestiona el papel que intelectuales como Octavio Paz confieren a la Malinche y afirma que “es curioso que Paz no mencione que la Malinche fue esclavizada y vendida a Cortés cuando narra que ella se da voluntariamente; en todo caso ¿cómo opera la voluntad desde la esclavitud?”.

Por otro lado, mujeres como Rosario Castellanos (chiapaneca de estrechos vínculos con mujeres indígenas), afirman que Doña Marina fue vendida como esclava por sus padres “para aumentar la herencia del hermano”. De cualquier manera, la imagen de la mujer indígena a partir de esta figura es entendida como objeto de trueque y transacción.

En los últimos años del siglo XX las mujeres indígenas neozapatistas se reapropian de la imagen de la Malinche, Doña Marina, la rajada, la chingada, para empoderarse, para exigir el respeto a sus derechos y sus cuerpos: “han movilizado el arquetipo de la rajada, la que se abre, hacia la que se alza, se levanta y rehúsa autorías de traición”. Como a ella, a la mujer que traiciona, a la que transgrede las normas, a la que se levanta, se le aplica como arma de guerra, como castigo: la violación de su cuerpo.

Las indígenas zapatistas libran una doble lucha: al exterior, junto a los hombres, demandan redistribución económica, reconocimiento y no exclusión; al interior, como mujeres, demandan derechos económicos respecto a la subordinación de género (poder heredar la tierra) y culturales (no ser discriminadas como seres simbólicamente inferiores).

En este contexto, el discurso de la Comandante Esther en la Cámara de Diputados en 2001 obliga a un replanteamiento sobre la posición de las mujeres frente a un sistema capitalista patriarcal que la ha oprimido durante siglos: “Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer, eso es lo único que importa ahora”[1].

Esta nueva traición, la de las otras malinches, hacia sus usos y tradiciones (impuestos desde afuera), es vista por feministas de todo el mundo como un gesto de liberación.

La violación de los cuerpos como arma que calla voces, no sólo la sufren por parte de paramilitares, del Estado y del neoliberalismo; también al interior de sus comunidades. En 2003, con motivo de la inauguración de los Caracoles, la Comandanta Esther exige respeto al rico explotador y a los pobres

…también nuestros esposos, hermanos, padres, hijos, nuestros compañeros de lucha, los que trabajan y están organizados junto con nosotras, (…) cuando exigimos respeto a las mujeres, no sólo lo demandamos de los neoliberales, también se lo vamos a obligar a los que luchan contra el neoliberalismo y dicen que son revolucionarios, pero en su casa son peor que el Bush…[2]

Luego, la comandanta Fidelia habla a las mujeres de México y el mundo:

…hoy las invitamos a las mujeres de todo México y el mundo y las que están en los rincones que no son organizadas, no nos escuchan pero sí va a llegar mi voz. Que nosotras vamos a obligar obligatoriamente nuestro respeto como mujeres que somos aun pongan su carita triste. Porque todavía hay muchas partes de México que (…) dicen que no servimos, no valemos, no tenemos ningún derecho, pero hoy este momento se ha cumplido (…) que por obligación nos tienen que respetar.[3]

Del maltrato no culpan a los hombres; a través del sistema autónomo de educación se han dado a la tarea de comprender que esas prácticas son herencia de 500 años de conquista. Para el 2003 –cuando se fundaron las Juntas de Buen Gobierno– en la mayoría de las comunidades autónomas habían escuelas a las que asisten niñas, jóvenes y adultas para aprender su historia y formas de organización. Dice el Sup Marcos que “no puede ser independiente y libre la mujer que depende económicamente del hombre”. A través de la educación, de creación de cooperativas y otras actividades, se busca que las mujeres logren conciencia histórica y obtener un ingreso que las haga libres.

Con la participación de mujeres en el EZLN y en la organización civil, los indígenas comprenden la necesidad de mirar a las mujeres con otros ojos; el abuso y la opresión hacia la mujer no son buenos para el otro mundo que están construyendo; con errores y tropezones aprenden que sólo así es posible “un mundo donde quepan otros mundos”.

Según Giomar Rovira, “las ONGs de mujeres mexicanas y extranjeras han llevado a Chiapas proyectos dirigidos a las mujeres indígenas y han cuestionado su propio papel”. Colectivos de mujeres migrantes en España, maltratadas, prostitutas y amas de casa de Londres y Estados Unidos, pedagogas y psicólogas dominicanas, peruanas y argentinas; revistas dirigidas por mujeres como Marie Claire de Francia o Debate Feminista en México, han publicado manifiestos y reportajes sobre las indígenas zapatistas, y han reivindicado la participación de la mujer en la lucha contra la dominación masculina del capitalismo.

  • Belausteguigoitia, Marisa (2007) “Rajadas y alzadas: de Malinches a comandantes”. En Miradas Feministas sobre las mexicanas del siglo XX, comp. Marta Lamas. FCE, México.
  • Rovira, Guiomar (2009) “Zapatistas sin fronteras”, Editorial ERA, México.
  • Muñoz Ramírez, Gloria (2003) “20 y 10 el fuego y la palabra”, La Jornada ediciones. México
[1] Discurso de la Comandanta Esther. Cámara de Diputados, 28 de marzo de 2001. Disponible enhttp://www.rimaweb.com.ar/derechos/esther.html
[2] Comunicado de la Comandanta Esther a los Pueblos Indios de México. 9 de agosto. Vease www.ezln.org
[3] Palabras de la Comandanta Fidelia a las mujeres de México y el Mundo. 9 de agosto de 2003. Disponible enhttp://palabra.ezln.org.mx/
Publicado en HispanicLA con motivo del día internacional de la mujer